Pensar en los demás
Conocemos la empatía como la intención y capacidad de comprender a los demás, de ponerse en el lugar del otro. Ciertas personas son más afines hacia los demás por naturaleza, otros necesitan un mayor esfuerzo para comprender al prójimo, pero la experiencia personal de cada uno nos permite entender el sufrimiento ajeno.
Cuando se viven en primera persona situaciones conflictivas desarrolla con mayor facilidad su capacidad empática. Es más consciente del daño que sufren los demás y dedica su tiempo a mejorar la situación problemática. Un ejemplo sería trabajar con personas en riesgo de exclusión social o con los inmigrantes en el Mediterráneo. Esto contrasta con la visión de una persona del primer mundo; es consciente de las dificultades pero se mantiene al margen. Esta se enfrentará a situaciones más convencionales en su vida rutinaria.
Todos aquellos que opinen que somos incapaces de empatizar están equivocados. Aunque se respalden en los excepcionales casos de trastornos psicológicos e incluso de la capacidad de evasión del ser humano, nadie puede prescindir de los demás, ayudamos a los más cercanos instintivamente y nos gusta que nos acompañen en los momentos difíciles. Lo realmente complicado sería hacer caso omiso y olvidarse por completo de una relación por muy superficial que haya sido.
Como dijo el psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg, “la empatía te da la habilidad de compartir el dolor de otra persona”. Cada uno de nosotros reaccionamos de forma diferente ante las situaciones complicadas pero todos somos capaces de entender y consolar al que lo está sufriendo.